- Si quieres que las cosas entre los dos estén bien, debes cambiar -le dijo al oído, ya que no podía liberarse del intento de abrazo que el de ojos lila le había dado.
- No -contestó con simpleza-. Si cambio podría ser peor. ¡Y ya no me querrías! ¡Me abandonarías, lo sé! -comenzó a desesperarse.
- ¡Ni siquiera lo has intentado, aru! -lo
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